Hay batallas que se libran en forma más encubierta. Se anhela la comodidad y la seguridad, pero se tiene baja tolerancia a la rutina y a la tranquilidad. Se entra entonces en un “tira y afloje” entre el deseo profundo de agitar las aguas de una vida cotidiana demasiado previsible y la voz de la conciencia que detona una nube de culpa.
La excitación del drama permanente es adictiva y nos atrapa en una línea argumental interminable, forzados a soportar un sin fin de conmociones y periodos esperanzados, sin saber que todo va a tener un final feliz. Al no reconocer que el guión lo escribimos nosotros mismos, terminamos culpando a Dios, padres, pareja, jefe, la situación del país, etc. Como no tomamos responsabilidad por lo que hacemos, pueden llegar a auto cumplirse nuestras peores profecías catastróficas.
En contraste con las batallas melodramáticas que nos producen un latigazo de dolor, desengaño y desesperación. La mejor excitación es la que no resta, sino que suma energía y nos deja con un sentimiento de confianza, y la alegría de sentirnos vivos, Siempre podemos elegir en donde invertir nuestro capital emocional.
María Giacobone Carballo
Imagen: “Adrenaline Rush” de Marie DeCosta.